sábado, 22 de junio de 2013

Odios I

(Escuchando "Smells Like Teen Spirit")

Y claro, con un corazón tan "acorazado", mi fuego surgía del odio. El amor era un asunto muy complicado para mi forma de sentir acotada. A los 13 - 14 es más fácil detestar a los otros que quererlos, seamos sinceros: para mí todos los demás eran giles, pavos que no entendían lo cruel y monstruoso de la vida. Habíamos venido a este mundo para ser víctimas, no para gozar y reírnos por cualquier pavada... ¿cómo no entendían que yo tenía razón, ehhh?   :p
Así que pasaron las vacaciones, yo imaginando aventuras amorosas con Soledad, en soledad, esperando a que empezara segundo año para perderme en sus ojos negros otra vez...
(Ahora, "Come As You Are")
Y por supuesto, segundo año trajo compañeros nuevos, entre ellos, repitientes (oh! gente de 14 - 15 años, unos gigantes a los que temer!). Y todos los planes y estrategias que había pensado para conquistar a Sole se fueron al carajo por él: negro, oscuro, apocalíptico: mi miedo a que me dijera que no.
Empezaron los cumpleaños de quince, y a cada cumpleaños imaginaba cómo la invitaría a bailar, y luego la sacaría a pasear a tomar aire, y allí, a la luz de la luna le declararía mi amor... pero el cagazo a ser rechazado me metía en una burbuja de espanto que me paralizaba, sentía morir por dentro, aterrado ante la idea del rechazo... 
Y ahí fue que apareció él, el repitiente: grande, gracioso, un poco pavo, pero mucho más seguro de sí mismo. Con eso bastó: un cumpleaños cualquiera, mientras yo me daba contra las paredes escuchando "Smells Like Teen Spirit ", el tonto, feo, lento, inmerecido, repetidor... pero valiente la encaró. Y le encajó el primer beso. Mareado, pasado de cerveza, ví cómo Sole corría al baño para derramar sus lágrimas de emoción por su primer beso.. que no fue conmigo, como yo tantas veces había planeado en mis sueños.


Viejas historias II

Bueno, aquel ta-te-ti lo perdí, pero esa pérdida me abrió mil puertas: empezaba mi adolescencia, con todas las letras en mayúsculas y negrita, porque con la enfermedad por sentir a Soledad comencé a adolecer como nunca más lo hice en mi puta vida.
Volví a mi casa con las manos rayadas y una sonrisa que parecía tallada a tijeretazos. Soledad, con un burdo jueguito, había cambiado mi vida para siempre, y había instalado la semilla del deseo en mi corazón, en mi pútrido y patético corazón, tan temeroso de abrirse al mundo y tan anhelante de amar...
Mi cabeza era un tambor que tarareaba una sola palabra: Soledad, Soledad, Soledad...
Imagínense levantarse y lo primero que pensás es "Soledad", y mientras te cepillás, desayunás, caminás entre la nieve hacia la secundaria y entrás al aula y tu corazón lo único que dice es "Soledad"... ¿a quién no le hace mierda el bocho? (Qué hija de puta la vieja de Sole, ¿no había un nombre menos desolador?).
Y cuando entro, y la miro, las pulsaciones me hacen parecer un comatoso, pero por fuera, soy el hombre de hielo (¿les dije que caminaba unas 50 cuadras a las 7 de la mañana con nieve hasta los tobillos y temperaturas bajo cero?... así de caliente estaba que no me daba cuenta). Sus ojos me queman, sonríen, sabiendo que tras la máscara hay un pibe perdido de amor, pero tan cagón, que no se anima a nada. Ni siquiera a decir "Hola".

Viejas historias I

Este blog está pensado para mí, quizá algún día alguien -además de este pibe- lo lea. Todo estará escrito bajo el influjo de aquella música con la que crecí, que ahora parece tan lejana y dulce, a pesar del amargor y dulzor que me producía en su momento.
Catorce años: enamoradísimo de Soledad, esa morocha que se sentaba adelante mío en la secundaria. (Un momento... ¿adelante mío? si yo fui quien esperó a que eligiera su lugar en el aula para luego sentarme detrás de ella!). Imaginate un pibe descreído por naturaleza, al que maltrataron de chico en un pueblito de mierda lleno de fachos, con mentes estrechas como las vaginas de esas mujercitas que no podían quejarse ni decir más que "sí, mi amor" a machotes con falo flaco come-asados baratos, sólo por querer ser artista... al que trataban de maricón por querer pintar sus flecha con témperas de color...
En fin, me fuí de tema: (ahora poné "about a girl", bah, siempre será sobre una chica este asunto...) Luego de  creer que "el amor después del amor" era la verdad sobre las mujeres -a mis doce años- y de no poder encarar ni a una hormiga (dios, si no hubiera sido tan cagón!) estoy esperando a que el año termine. Es mi primer año en la secundaria, no entiendo nada de nada, todo me da miedo y todo es nuevo. Es mucha información para mi cabeza: amigos nuevos, gente nueva, docentes nuevos que se hacen los copados, preceptora que cree que soy un rebelde por no responder sus preguntas... y una chica, allá al fondo, que me mira con sus ojos negros, negrísimos...
Estoy aprendiendo a esquivar y responder los golpes de la nueva gente: empiezan a tirar apodos a ver cuál me enoja más, y siempre respondo con una risa sarcástica y retruco con algún pseudónimo humillante para los que lo intentan: me odian, y sonrío. Ésa era la idea. Mi lema fundamental es simple: yo no te jodo, vos no me jodas. (¿Por qué es tan difícil entenderlo? aún hoy me cuesta que la gente lo comprenda).
(Estoy con cuatro fernets encima, creo que deben saberlo). Volvamos a Soledad (y justo ese nombre!!!!). En fin, estaba muy sumergido en mí mismo, preocupado por no ser lastimado ni humillado de ninguna forma. No iba a dejar que me trataran de maricón como en aquél pueblito de mierda (ah, sí: felizmente, gracias a la hiperinflación, mis viejos se tuvieron que mudar con una mano adelante y otra detrás de aquél lugar del orto, y la secundaria la hice en el culo del mundo, literalmente).
(Ahora suena "Where did you sleep last night") Bueno, que sentía algo en la nuca, un frío-caliente-congelante-estimulante, y cuando me daba vuelta para ver quién carajo me producía eso, encontraba los ojos de Soledad. Nunca había intentado hablar con ella (vamos, que a los trece uno no intenta hablar con nadie, ¿no?... de hecho, ahora que lo pienso, no entiendo ni cómo mierda es que tenía amigos!). Pero hacia el final de ese año, en una hora libre, ella apareció sentada frente a mí, y no había nadie más alrededor (¿cómo hacen las mujeres para hallar el momento y el lugar exactos para tenernos a su merced? Es una magia que nunca entenderé, y en la que siempre caigo encantado....) Y me propuso jugar al ta-te-ti. Sí, el juego más pavo y sencillo del mundo. Parece que hasta eso había calculado, aunque en ese momento pareció muy casual. (Sí, también soy paranoico, sépanlo desde ya, por si aún no se habían dado cuenta).
Y en ese juego pavo, en el que yo, con mi infinita soberbia, me creía invencible, me rompió el culo, la mente, el alma... 
Sole hizo trampa, con una táctica muy sutil: me miraba con sus oscurísimos ojos y se reía a cada cruz mía, y con cada círculo suyo, rayaba mis manos con su bic... y en cada rayón tocaba mi brazo... y su tacto me hacía perder noción de todo. Lo único que quise en la vida a partir de ese momento fue que ella me tocara con sus suavísimos dedos, que me rayara todo, que me llenara de círculos y cruces y palabras y signos... que llenara de significado a mi vida vacua. Que por fin, alguien me llenara de certezas. Y las certezas estaban en su tacto.